La misión de la empresa moderna no es hacer cosas guays, es hacer cosas que parezcan guays y la gente guay las quiera comprar, teniendo en cuenta que probablemente a otros no les parecerá tan… eeer… guay.

Lean este instructivo tocho sacado de Cooking Ideas.

Me refiero a objetivo en sentido literal. Elegimos basándonos en prejuicios, y lo hacemos las más de las veces por razones emocionales, no racionales. Y no hay nada más subjetivo que las emociones.

Lo que a mi, me gusta tanto que me hace emocionar, a ti probablemente te deje indiferente. Lo que a mi me deja indiferente, probablemente a ti te parezca espantoso. En la variedad está el gusto, si, pero qué es exactamente gusto. Y sobre todo, ¿por qué lo confundimos con calidad?

Realmente, no importa si algo es bueno o es malo, si nos gusta, estamos predeterminados para reconocerlo como bueno, y sentirnos especiales por comprarlo. Por el contrario, cuando algo no nos gusta, inmediatamente nos separamos de ello, porque no queremos ser asociados a esa imagen por los demás. Y aquí es cuando empieza realmente mi reflexión de esta semana. ¿Quién es más guay? Todos somos guays, pero unos más que otros.

A ojo, método poco recomendable científicamente, podemos dividirnos como consumidores en tres grupos. Uno muy numeroso, que somos la masa. Y no, no es una falta de respeto, pues en ello se basa la publicidad y la comunicación generalista o “mass media“. Somos casi todos realmente, aunque pocos queremos reconocerlo. Supongamos, a ojo ya digo, que representa el 80% del total. Así que queda un 20% restante que aún no sabemos si son más o menos guays. Pero es que ese grupo se divide en dos, que también por ciencia infusa, estimaremos que es un 10% de consumidores “premium“, que eligen porque pueden productos de lujo, y otro 10% de “outsiders” o rebeldes. Unos porque no les queda más remedio al estar excluidos de la sociedad cruel materialista, y otros porque tienen tendencia a preferir los productos que ellos consideran selectos, por minoritarios. También podemos etiquetarlos como “Indys”, porque son fruto de la industria Independiente, lejos de las multinacionales que se dirigen a la “masa”.

Para una empresa, lo único guay es ganar dinero. Así que en realidad, lo que tiene que hacer es elegir el target que quiere para su producto, y darles lo que esperan. Posicionarlo se llama, y no es otra cosa que convertirlo en guay para uno de esos tres públicos nada objetivos.

Lo curioso, es que a casi nadie nos parece guay ser igual que el resto de los mortales. Todos nos sentimos especiales, y como mucho, podemos compartir nuestro gusto con unos cuantos más, incluso millones en el caso de partidos políticos, clubes de fútbol o cantantes de moda, siempre y cuando esté muy claro, muy bien definido, quién es menos guay que nosotros. Puedo ser masa voluntariamente cuando soy del Madrid, porque está claro que hay otra masa menos guay que es del Barça, y viceversa. Y por eso mismo, ser del Albacete, me hace guay. No importa si el Albacete gana o pierde más títulos, porque eso no nos hace mejores. Sólo nos hace más guays.

Como muestra un botón. CNN+ era un canal que se mantenía por los suscriptores a Canal Satélite. Fue transferido a la TDT en abierto, y con la fusión de Prisa y TeleCinco se decidió sustituir el caro espacio de emisión por Gran Hermano. Mmm… un momento, eso no es guay, pensarán parte de los lectores, y sin embargo, en menos de un mes la audiencia del canal ha superado al canal de noticias. Y esto ha generado comentarios en redes sociales acusando a la cadena de ser muy poco guays, por sustituir un producto de calidad por uno destinado a la masa. Pero es lo que somos. Cuando se emite para la masa, y eso es lo que hacen los mass media en abierto, hay que ser guay para la mayoría.


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