El mundo de la comunicación implica estar en continuo contacto con los clientes. Estos en ocasiones pueden tener una actitud muy positiva y proactiva, pero en otras pueden dedicarse a atribuirse funciones que precisamente deberían delegar en la gestión profesionalizada. La campaña de comunicación de una empresa debe seguir el plan y la estrategia marcada de antemano por los expertos en la materia y, salvo errores muy graves o crisis de reputación, no puede salirse de las principales líneas maestras marcadas al efecto.

Las nuevas tecnologías han aportado un sinfín de posibilidades para mantener un contacto más directo con nuestros clientes. Pero precisamente en el buen uso de ellas radica una armonía que puede convertirse en tempestad si no hay una correcta utilización.

Hay que atender a los clientes, pero tampoco hay que darles siempre la razón sin más. Precisamente la discrepancia bien defendida es la clave para generar una mayor relación de confianza, aunque muchas veces sea necesario sacar el capote. Y es aquí cuando el dicho líbreme Dios del toro manso, que del bravo me libro yo, cobra un sentido casi literal.

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