Sí hablamos de creatividad, siempre hay un oficio que encabeza la lista y es sin duda el de escritor. No hay mayor reto que el de sentarse delante de un folio en blanco y desatar la imaginación, combinarla con el buen uso de las palabras y acompañarla del ritmo de la narración. Y si alguien sabía de todo esto sin duda era el inglés Terry Pratchett.

En sus inicios fue periodista en varios diarios locales londinenses, más tarde se convirtió en relaciones públicas de una central nuclear y tras lanzar su primera novela, El color de la magia, se sumergió de lleno en la escritura. Caracterizado por su sátira, su sentido del humor y su capacidad para plasmar los problemas de la sociedad actual en sus mundos de fantasía, una mezcla que permitía exponer y criticar al tiempo que entretenía y aleccionaba al lector. Defendía que el secreto de su estilo era la ira, dejarse llevar por las pasiones humanas sin cohibirse o inhibirse pues de ese modo expresaremos lo que todos piensan, pero no se atreven a decir.

A pesar de habernos dejado en 2015, sus obras y en especial la saga Mundodisco, siguen siendo objeto de estudio y reflexión. Y con una de estas reflexiones, nos despedimos del mayor mago que hemos tenido la suerte de leer.

 

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