Más de cuatro minutos y medio “sin música”
No comunicar algo predeterminado también es comunicar. Este es uno de los principios con los que John Cage destruía toda preconcepción de lo que se consideraba arte en occidente. A través de su música, que en ocasiones creaba al azar, este compositor escribió algunas de las obras más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Su intención: no solo hacer que la música sea hermosa, sino que tuviera vida por sí misma. Una de sus piezas más trascendente es la denominada 4’33’’. En ella, el silencio se convierte en protagonista junto a los sonidos ambientales y la espontaneidad que existen en cualquier situación cotidiana, siendo el acompañamiento perfecto. De esta manera, su obra aporta valor inclusivo a lo que no se apreciaba antes y define su arte como no-arte, al mismo tiempo que otorga la categoría de ‘artístico’ a cualquier otro estímulo colateral. Una ampliación de la percepción nunca antes defendida ni entendida de este modo. Todo esto viene definido por su filosofía. Basada en principios del budismo Zen, trasciende más allá de su música y sus silencios. Ese nuevo pensamiento impulsó otros movimientos y cambió, para siempre, algunas preconcepciones tal y como las conocíamos hasta entonces.